jueves, 15 de mayo de 2025

SOEZ COSA ES UN CLAVO (25)

 


XXV

Gonzalo, el náufrago, hacía esfuerzos por tratar de recordar su pasado. Procuraba fijarse en todos los detalles, fuesen o no vitales, pero no lo conseguía. Era su mente una gran laguna vacía. No tenía pasado. No tenía historia. 

Solo una cosa creía tener segura: el rostro de doña Jimena lo había visto antes. Le era conocido e, incluso, muy familiar. Cierto que es lo primero que vio al despertar y eso podía condicionarle. Mas estaba seguro de que la conocía. ¿Y cómo? ¿Dónde podía haberlo hecho? ¿Tendría él orígenes caravaqueños? «Mas, de ser así, me conocerían el resto de los que allí vivieron. Y no me reconocen —pensó—, luego no era posible. Sin embargo…»

Además, se sentía muy atraído por su belleza. Por lo que, junto a Rigoberto, que iba a ver a Raquel, solían todas las tardes pasar un buen rato con ellas, desde que Gonzalo se trasladó a la casa de don Alonso, con el resto de los escuderos. Las cortejaban y se hacían de damas de compañía la una a la otra.

A Rigoberto, le había costado volver a entablar conversación con Raquel, después de que ella huyese llorando ahuyentada por la posibilidad de que contrajese matrimonio con otra doncella.

 Así que hablaban de cosas cotidianas. Muchas veces, Rigoberto imaginaba ser un caballero que conseguía grandes victorias, rindiéndolas luego a su señor y a su dama.  Y, Raquel, se ensoñaba pensando que ella era la joven elegida, a la que Rigoberto le entregaba sus hazañas.

—¿Sabes una cosa Raquel?

—¿Qué? —contestó la joven.

—Quiero ser armado caballero —le afirmó Rigoberto. Y lo voy a conseguir.

Miró a los ojos de Raquel, he hizo una pausa. Sintió que era el momento idóneo.

—Y quisiera que fueses mi dama.

Raquel quedó abrumada, paralizada, inmóvil. «¡Tantos días esperando ese momento!» Se sentía muy feliz y, al tiempo, muy desgraciada. Ella era judía y no sería bien vista por el resto de los caballeros y damas.

—Pero… —comenzó a decir. Soy semita y eso no lo puedo evitar… No me es posible ser tu dama. Hemos de aceptarlo.

—Sí que podemos —afirmó Rigoberto. Porque tú…

—¿Yo…?

—Puedes convertirte a la Santa Madre Iglesia. Y, como conversa y prometida con un caballero, no habrá problema alguno.

          —¿Y mi padre…? No sé si daría su consentimiento.

—Hablaría con él, para convencerlo. El querrá que tú seas feliz. No se opondrá, ya lo verás —repuso el albéitar.

—Esperemos que no. Aunque no sabría qué decirte en estos momentos —mostró sus dudas Raquel.

Gonzalo trataba a Jimena con suma delicadeza. Era un hombre muy bien educado. No pronunciaba palabra más alta que otra y sus modos y formas, le hacían que todos creyeran que era de una alta familia. De la nobleza, sin duda. Mas, su ausencia de conocimientos en el arte de la guerra o, simplemente, en el hecho de montar a caballo, que no sabía y estaba aprendiendo, hacían muy confuso su origen.

Sabía leer y escribir. Pero prendía muy mal una adarga o una lanza, sin vérsele ducho en los menesteres de las armas. Continuaba siendo un gran enigma.

 Su trato cortés y afable, no obstante, le estaba haciendo mella a doña Jimena, que se iba viendo cautivada por el náufrago. La atracción, pues, era recíproca.

Vestía doña Jimena aquella tarde un tocado en negro, del que brotaban dos velos, a modo de turbante, por los laterales de su cara y rodeaba la barbilla, dejándole el rostro únicamente a la vista. Sus rojos labios, carnosos, eran todo un imán irresistible para Gonzalo.

Se levantó y se dirigió a un lado del atrio, donde un brezo estaba en plena floración. Cortó varias de sus flores y se las acercó a doña Jimena. Las tomó con sus dos manos, que prendió Gonzalo.

—Tomad, señora. Casi tan bellas como vos —dijo el náufrago.

E impulsado por una fuerza irresistible, acercó sus labios a los de la dama. La besó. Y en ese instante vio en su mente, como un fogonazo, a Jimena vestida de blanco, con los velos de novia. Fue una milésima de segundo. Fue como un rayo.

La sorpresa fue enorme para Gonzalo. Fue algo incompresible. Como si ya la hubiese besado con anterioridad. Por lo que la apartó rápidamente de su boca.

Doña Jimena quedó con los ojos cerrados, en un estado embriagador. Sobrepasada por las circunstancias. Nunca había recibido un beso tan dulce, pero, a su vez, tan corto. Abrió los ojos y contemplo el rostro de Gonzalo que mostraba asombro.

—¡¿Qué ha sido eso?! —exclamó Gonzalo.

—¿Qué? —preguntó la dama.

—Al besaros he tenido como una visión. Como si ya antes lo hubiésemos hecho. Y, además, vestíais de blanco, de novia —afirmó el joven. No sé qué fue.

Abrazó entonces a doña Jimena y volvió a besarla. Esta vez con intensidad, apretándola contra sí. No volvió a tener otra visión. Introdujo la lengua en su boca y comprimió su cuerpo contra su pecho, hasta que la dama se zafó del estrujón.

—¡Reportaos, don Gonzalo! —dijo doña Jimena.

—Perdonad, perdonad —dijo abochornado el náufrago.

* * *

Doña Jimena, no podía conciliar el sueño. Recordaba el beso apasionado que le había dado Gonzalo y se sentía dichosa. Percibía el aroma de las flores de brezo que le había regalado.

Oyó unos toques en la puerta de su alcoba. Encendió la vela que estaba en la palmatoria sobre la mesa contigua a la cama, se levantó del lecho y se acercó hasta ella.

—¿Quién es? —preguntó tímidamente.

—Abrid, por favor —dijo Gonzalo.

Corrió el pasador y abrió la puerta. Gonzalo entró en la cámara y la cerró empujando con la pierna, mientras la abrazó y besó con pasión. Jimena no se resistió. Gonzalo, sin dejar un centímetro de su ser sin homenajear con sus labios, acarició sus pechos y la poseyó lentamente, hasta que fueron un solo cuerpo unido.

 (Continuará...).

2 comentarios:

  1. Estaba pensando mientras leía el capítulo 25, que si el naúfrago Gonzalo, sabe leer, escribir, y es educado, pero no conoce el arte de "la guerra", podría ser un sacerdote? Cuando el capítulo finaliza de la forma más apasionada posible. A él se le ha olvidado "la contención", el autocontrol, y el respeto que todo caballero debe a la dama que quiere que sea su esposa. Y a ella también "se le olvida todo". ¿Y cómo ha podido acceder Gonzalo a la alcoba de Jimena? Seguimos esperando respuestas, en próximos capítulos.

    ResponderEliminar
  2. Ayyyy, el amor y la pasión, Juana, que franquean puertas, controles y hasta autocontroles...

    ResponderEliminar

SOEZ COSA ES UN CLAVO (31)

  XXXI A primera hora de la tarde llegó la mala noticia desde Murcia: el fallecimiento de don Juan de Soto, hermano de Isabel de Soto, e...