XVI
Dos días después de la Natividad de Nuestro Señor, el Justicia convocó a Leví y a su hija, para ratificar la denuncia y, en su caso, celebrar el juicio. Hizo traer a la Sala de Vistas a los reos que, encadenados, se encontraban en un estado lamentable. Sucios y mal alimentados, con los grilletes puestos, difícilmente podían andar.
—Leví de Caravaca: habéis reconocido a estos dos rufianes como vuestros agresores. ¿Es así? —preguntó el Justicia.
—Así es, señor —contestó el judío.
—Vuestra hija ¿reconoce a los asaltantes? —prosiguió.
—También. Los reconoce sin lugar a duda.
—Pues entonces, nada hay más que decir —habló el Justicia.
—¿Quieren decir en su defensa algo los incriminados? —inquirió el magistrado.
Muhammad y Tariq, pidieron la clemencia del juzgador, sabiéndose condenados. No tenían alternativa. Eran culpables.
Tariq permaneció con su brazo en cabestrillo, de pie, sollozando. Era un niño sin niñez. Un chiquillo hecho hombre a golpes de calaveradas que consideraba travesuras, pero que eran delitos muy graves.
El Justica, no dudó en la sentencia: diez años de cárcel, conmutables en cinco en las galeras del rey y pérdida de todos sus bienes, si los hubiere.
Señoría —dijo Leví— quisiéramos pediros un favor.
Con la mirada autorizó el Justicia a que hablase el judío.
—Quisiéramos que se nos concediese la custodia de Tariq. Es muy joven y creo que podría reconducirlo en la vida. Os lo suplicamos.
—No hay precedentes, señor Leví —le comentó el magistrado.
—Pudiese trocarse la condena en la esclavitud del reo, con prohibición de manumisión durante un tiempo, cinco o diez años. De este modo, intentaría rehabilitarlo y, de no conseguirlo, quedaría esclavo a perpetuidad —habló el médico.
—¿Habéis oído, Tariq? ¿Deseáis ser esclavo de Leví de Caravaca? —preguntó el Justicia.
Contestó afirmativamente el musulmán y, correlativamente, declaró conmutada la condena por la esclavitud del joven, con una prohibición de ser manumitido en un plazo de diez años. A partir de ahí, se tendría por cumplida la condena, si así lo quisiese el judío.
El escribano tomó nota. Mohammad se quedó asombrado. Tariq, que no salía tampoco de su estupor, fue despojado de los grilletes y puesto a disposición del judío.
—Gracias. Que Dios os lo pague —dijo Tariq.
—Dádselas al magistrado. Sólo os pido obediencia. Vayamos a casa que os vea cómo va esa lesión.
* * *
Don Alonso negoció con el capitán de la nave el traslado hasta Benidorm. Se trataba de una nau de buena hechura marinera, que albergaría adecuadamente a todo el personal, a su impedimenta y a las bestias. Con viento favorable, en menos de tres días se habría llegado con suficiencia. Eso eran los cálculos que se habían previsto y se aprovisionaron víveres para esa corta travesía. El elegir la vía marítima, más cara, sin duda, obedecía al gran volumen que suponía todo el equipaje que portaban las damas y los caballeros que se unían a hacer aquel itinerario. Eran más de cuarenta personas y su equipaje verdaderamente enorme. Arcas, baúles y cofres, sumaban más de cien y, además, las lanzas, ballestas y el resto del armamento de los soldados, hacían que resultase dificultoso el hacer el traslado de otro modo. Así que cerraron el trato. Partirían al día siguiente.
Fue Don Alonso a despedirse de aquellas buenas gentes que le habían acogido sin pedir nada a cambio y con una generosidad impagable.
Comenzó por don Jaime Ibáñez de Ruidoms, señor de Jacarilla. El hecho de que coincidieran en resolver la encarcelación del médico judío había acentuado su amistad. Así que “El Bravo”, no dudó en ir hasta su casa antes de marchar. Era Don Alonso consciente de que no volvería ver a aquellas buenas personas, que tan bien se había portado con él y con los suyos. Motivo de más para mostrarles su consideración.
Llegó hasta la casa de don Jaime y salía Leví de tratar a Guillem. Ocasión que aprovechó don Alonso para indicarle que marcharían al día siguiente.
—¿Qué haréis vos? —preguntó “El Bravo”.
—Marchad con vos. Mi hija y yo iremos donde vayáis. Estuvimos junto a vos en Caravaca y estaremos allí en donde os asentéis —contestó el médico. Guillem ya está totalmente recuperado y el médico local regresó ayer, por lo que nada me sujeta a esta tierra.
—No esperaba menos de vos, mi buen Leví. Mañana, después de misa, partiremos hasta Guardamar, donde embarcaremos en la nau San Lucas —le indicó don Alonso.
—Allí estaremos —respondió Leví.
Entró a la casa don Alonso y avisó a un paje para que le anunciara. Estaba la puerta abierta y el portero se encargaba de la entrada, avisando de cualquier visita o, dirigiendo al despensero hacia la puerta de servicio, si es que el repartidor no conocía dónde estaba.
Salió don Jaime al recibidor y don Alonso se acercó a él.
—He venido a despedirme de vos. Partiremos mañana —le dijo “El Bravo”. Muchísimas gracias por todo lo que nos habéis ayudado. Especialmente a Leví que, finalmente, viene con nos.
—Nada habéis de agradecerme, don Alonso. La sanación de mi único hijo varón, es lo más importante. Y bien que recordaremos al médico —dijo don Jaime.
—En Benidorm nos tendréis, quedad con Dios. Despedidnos de vuestra esposa, hijas e hijo —manifestó el santiaguista.
—Id con Él —replicó el señor de Jacarilla. Que os llene de venturas.
Fue luego don Alonso a despedirse del gobernador, uniéndose Arróniz y Tudela, ante el que agradecieron todas las atenciones que habían tenido para con ellos y con sus familias. Y marcharon más tarde hasta el deán, quien le agradeció la cortesía.
—Id con Dios. Recibid mi bendición —les dijo el delegado episcopal.
Regresaba don Alonso hacia su casa cuando, corriendo como una liebre, vio pasar a Rigoberto.
—¡¿Dónde vais?! —gritó el santiaguista.
—A ver a Raquel, don Alonso. Marchamos mañana y he de saber si me quiere. He de preguntarle, para no dejarme con la duda —contestó el escudero. No sabe que marchamos y...
—No preocupaos —le interrumpió don Alonso. Viene con nosotros. He hablado con su padre y así me lo ha dicho.
—Gracias, don Alonso —respondió el joven. Mejor para otra ocasión el declarar mi amor, en tal caso.
Y todos fueron a ultimar los preparativos para su marcha.
(Continuará...)
Qué belleza, leer con los usos del lenguaje de la época. "De bien nacidos es ser agradecidos" y así se despiden D.Alonso y los suyos, más quedamos a la espera de conocer la travesía y cómo evolucionará Raquel y Rigoberto, Leví y si discípulo, D.Alonso y compañía. Mientras leemos el presente capítulo.
ResponderEliminarQué caballeros los de entonces! Con esas maneras y tratamientos corteses.
ResponderEliminarUna pena q se hayan perdido esas buenas costumbres.