XII
Acudió Leví a ver a Guillem, su paciente, en cuanto quedó Raquel más calmada.
Primero pasó por la botica de Moisés, a quien le encargó una fórmula magistral, dándole las señas para que las llevase a casa del señor de Jacarilla, donde el médico se hallaría.
Nada más llegar, comprobó que tanto enfermo cono estancia, se encontraban mucho mejor. De la habitación, una vez que fue ventilada adecuadamente, había desaparecido la fetidez que la inundaba el día anterior. Y el joven enfermo había recobrado el color saludable en su cara, no sufría fiebres y se encontraba casi incorporado en el lecho.
El médico tomó el pulso al paciente, considerándolo normal. Extrajo de su bolso de cinturón una especie de trompetilla de doble pabellón. Escuchó el palpitar del corazón y los sonidos respiratorios. El físico Leví seguía el Canon de Avicena, verdadera Enciclopedia médica, que completaba con el Tratado de Herbaria de Vicente Belvís, del que poseía uno de los pocos ejemplares que se conservaban.
Ese tratado era una verdadera joya. Para su oficio destacaban dos de los tres tomos que constituían la obra, dedicados al estudio de las propiedades medicinales de plantas y frutos. Fue regalo de bodas de un tío de su difunta esposa, boticario en Segorbe, donde Belvís tuvo su palacio y el que hizo desmontar piedra a piedra para proporcionar materiales para la fábrica de la catedral segorbina. Por lo que fue muy considerado. Moro converso, fue el último rey almohade de Valencia, descendiente de Miramamolín y de la más noble sangre de los baezanos. Conocido como Ceit-Abu-Ceit, recibió el nombre de Vicente con el bautismo. Vasallo del rey Jaume I, que siempre le respetó su dignidad real, participó activamente en la reconquista del reino de Valencia, siendo Castalla la última fortaleza que ganó. Jaume y Vicente pactaron que ambos quedarían para sí las plazas que cada uno ganara en sus campañas. Sin duda, el rey aragonés disponía de muchos más recursos que el depuesto rey almohade, al que un golpe de mano de Zayyán ibn Mardanish, le llevó a encastillarse en Segorbe, mientras éste restituía la taifa de Balànsiya. Y, el deponer al rey legítimo, fue tomada como casus belli por Jaime I quien, además, logró que fuese considerada la reconquista como cruzada por el Papa Gregorio IX.
Finalizadas las operaciones militares, incluidas las del reino de Murcia, Belvís se retiró a Argelita con su hijo Fernando, donde escribió su magna obra de botánica, de la que se hicieron cinco copias, una de las cuales era la que poseía Leví de Caravaca.
El médico administró al joven Guillem del tónico que llevaba en un frasco y que preparaba con jugo de moras silvestres y algún que otro ingrediente secreto. Estabilizaba los humores del estómago, rebajando su acidez. Así que era muy recomendable para los supuestos de intoxicaciones alimentarias.
Le hizo beber en una jarra de barro el agua que mandó hervir el día anterior, una vez enfriada, a la que había disuelto un poco de miel. Le había echado una punta de cuchillo de sal común y el zumo de medio limón, del propio huerto de la casa. Y preparó con tales productos una cántara, para que fuese bebiendo cada cierto tiempo.
Por último, en cuanto llegó el mozo de la botica, le hizo chupar una de las tres bolas que había preparado el boticario con la fórmula prescrita y que contenía el astringente alumbre, cantueso y miel. Las otras dos el paciente las tomaría al anochecer y al amanecer del próximo día.
Con todo ello, consideró que sería suficiente para que sanase del todo el heredero de don Jaime Ibáñez. Y así fue.
Explicó al mayordomo que, en lo sucesivo, no se bebiera ni agua ni leche que previamente no hubiesen sido hervidas, que se lavasen bien frutas y hortalizas y que, no se manipulasen alimentos después de miccionar o defecar, sin que se lavasen bien las manos con el jabón de sosa, sebo y cenizas que utilizaban las lavanderas.
Estaba prestando sus atenciones al enfermo, cuando entró don Jaime en la habitación.
—¡Cómo lo halláis? —preguntó el padre.
—Estará muy pronto reestablecido —contestó el médico. Y quiero aprovechar —continuó— para agradeceros de todo corazón el que pagaseis la multa que se me impuso. Os aseguro que jamás tuve intención de ofender al Dios de los cristianos, ni a sus rituales.
—Bien lo sé —Respondió Ibáñez. El que tiene que estaros eternamente agradecido soy yo por salvar a nuestro hijo —le comentó mientras miraba a su esposa y madre del joven, que no se había separado ni un minuto de Guillem, desde que enfermó.
El hidalgo entregó a Leví 10 dineros de plata, como pago de sus honorarios y otros tres para el boticario.
El médico se lo agradeció profundamente y marchó de regreso a su casa.
Tampoco había resultado ajeno a don Alonso, la intensa relación que estaba naciendo entre Raquel y Rigoberto. Y ello le preocupaba. Raquel era judía y, aunque los médicos judíos eran, de entre ese pueblo, los más considerados socialmente, eran objeto de discriminación, como —por ejemplo— el que estuviesen proscritos de las universidades cristianas y, por supuesto, por orden del pontífice romano, prohibidos los matrimonios de mixta religión sin que se otorgaren las dispensas preceptivas.
Así que, aquella mañana, después de las oraciones de la Hora Sexta, tras el Ángelus, don Alonso habló con Rigoberto.
—Caro Rigoberto: estamos preocupados por vuestra estabilidad espiritual. Creemos que vuestra relación con Raquel puede no ser lo mejor para vos. Bien sabéis que es judía y cómo se trata a los judíos en la actualidad. Y, aunque Leví tenga todo mi aprecio y esté precedido de una fama intachable, no deja de ser un muḥarrám a los ojos de los más. Debéis considerar las dificultades en que podías encontraros si vais a más.
—Don Alonso, yo me siento profundamente enamorado de Raquel —replicó Rigoberto. Y estoy dispuesto a hacer cuanto sea necesario porque sea mi esposa ante los ojos de Dios.
—No es probable que el Papa haga una excepción con vos, autorizando el matrimonio mixto con Raquel. Si queréis en un futuro que sea vuestra esposa, debéis convencerla de que sea bautizada, Yo podría hablar con su padre —le dijo don Alonso, Pero solo si llegáis a tal caso.
—Gracias don Alonso. No he declarado aún a Raquel mi amor, ni sé qué me responderá.
—Cuando lo hagáis, os ruego que me lo comuniquéis y, por lo demás, no tengáis prisa. En cuestiones del amor, como en tantas otras cosas de la vida, las prisas no son buenas consejeras —concluyó Fajardo. De todos modos —pensó— lo primero que he de hacer es tenerlo más tiempo ocupado para reducir el tiempo a compartir con la doncella.
Rigoberto reflexionó al respecto. La quería con toda el alma y deseaba hacerla su mujer para compartir la vida. Claro que a él aún le faltaba mucho por hacer. Sobre todo, poder ser armado caballero. Todo llegará —se dijo.
(Continuará...)
La novela en cada capítulo desvela la gran riqueza lingüística, cultural,...del autor. Conforme voy leyendo me percato de que la sociedad actual nos ofrece el consumo de muchos jabones, pero en general, el jabón casero, tal como dicta la receta en este capítulo es el auténtico. Con respecto al agua, cuántas aguas nos ofrecen, pero el agua que sienta bien en general, es la hervida y tratada para hidratar el cuerpo humano, qué decir del aire que respira el enfermo, en cuanto entra el médico judío Leví, lo primero que dice es que ventilen el dormitorio del joven, y así podríamos hacer una relación de usos y costumbres para mantener la salud. Ni más ni menos que lavarse las manos con eficacia, se nos debió quedar grabado a fuego en nuestra memoria tras la Pandemia COVID 19. Y desde bien pequeños nos enseñan a lavarnos las manos, antes y después de comer, antes y después de ir al baño, etc. Así como lavar muy bien todos los alimentos y muchos de ellos llevarlos a ebullición para que no nos causen algún problema que puede empezar en el estómago y pasar a otras partes del organismo, hoy por ejemplo, los microplásticos que la mayoría de la población tenemos, ese problema no lo tenían nuestros parientes ni nuestros protagonistas de la novela de Gregorio Piñero en el S.XV.
ResponderEliminarVeamos si el romance con Raquel llega a buen puerto, primero no creo que con la posición social actual del joven pretendiente, pudiera mantener esposa y prole. Además, desconocemos si Leví, autorizaría el matrimonio mixto, ya nos dice la novela, que el Papa no los suele autorizar, y también desconocemos si Raquel, a pesar de haberse sentido atraída hacia el joven, lo tendría en cuenta como futuro esposo además de el problema de las religiones, que ya entonces "convivían" unos siglos mejor que otros y en unas tierras mejor que en otras, religión, poder, ...en la historia de la humanidad tienen mucho peso. Seguimos las peripecias del joven a ver si logra su objetivo de ser caballero.
Rigoberto es nuestro joven. En lo que no cabe duda que ha habido un gran avance es en Medicina.
ResponderEliminarQué gran documentación hay detrás de esta novela, en la que amén de distraernos nos sumerge en aquellos años tan convulsos y tan interesantes por la cantidad de culturas, costumbres y ritos que llegaron a convivir.
ResponderEliminarPero hoy, tengo un pero.
Acostumbro a buscar los términos utilizados en la novela, ya en deuso y que desconozco. En el texto hay uno cuyo significado no se ajusta a lo que el autor ha querido expresar. Él me corregirá si me he equivocado.
Me refiero a la palabra MUHARRAM
EliminarMuharrám, era como le decían los cristianos a los judíos y árabes conversos. De ahí maharrana, que es un artículo. Del ár. hisp. muḥarrám, y este del ár. clás. muḥarram 'declarado anatema'.
f. And. Tocino fresco.
También es el primer mes del calendario, pero con el acento en muhárram.
Ahhh. Entendido.
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